viernes, 13 de abril de 2007

SOBRE LA VIOLENCIA II - EL PODER DE LA SITUACIÓN


Un claro ejemplo de que los seres humanos ejercemos la violencia, el abuso de fuerza, según el entorno que nos rodea y según las necesidades que ese entorno "nos solicite". Hablaremos sobre ello.

jueves, 12 de abril de 2007

SOBRE LA VIOLENCIA - I


LA VIOLENCIA, así, con mayúsculas, es hoy día un tema no ya recurrente o fundamental en el análisis social o político de nuestras vidas, de nuestras sociedades, de la misma condición humana, sino que ha pasado a ser un "componente necesario de nuestras vidas". Parece que todo telediario debe poseer su dosis de violencia, toda película, los actos deportivos... y así podríamos seguir hasta casi copar la totalidad de sucesos y acontecimientos de nuestro día a día.
Además de todo ello, la violencia se ha convertido hoy por hoy en objeto fundamental de estudio de la mayoría de las disciplinas de conocimiento que versan sobre lo que podríamos denominar "la condición humana". Biólogos, etólogos, neurofisiólogos, psicólogos, politólogos, antropólogos, sociólogos... y todos los "logos" que se vinculan al quehacer humano poseen hoy día alguna teoría para explicar el porqué de la violencia en el género humano. Parece pues que los hechos se imponen, la violencia campa por doquier en nuestras vidas y todo el mundo trata de aportar su visión sobre el tema. Una de las pensadoras que más y, a mi parecer, de forma más certera ha analizado el problema en cuestión es la filósofa alemana Hannah Arendt. A partir de sus teorías voy a tratar de comenzar un acercamiento al problema desde unas perspectivas, cuanto menos, tentadoras. Para ello voy a comenzar por acercar los conceptos de violencia y poder en lo que podríamos denominar "violencia de Estado" para ver si existe de alguna forma una legitimidad en el ejercicio de ciertas formas de violencia.
Si entendemos con C. W. Mills que "toda política es una lucha por el poder; el último genero de poder es la violencia" y hacemos actual la definición de Estado de Max Weber como "el dominio de los hombres sobre los hombres basado en los medios de violencia legitimada" está claro que violencia y poder van indefectiblemente unidos. A partir de ahí hemos de entender como legítimos el uso de los medios de control del Estado (policía, ejército...) o la violencia generada por el uso abusivo del poder judicial por parte del ejecutivo. Igualmente deberíamos tolerar que el poder legislativo se confundiese con el ejecutivo y la violencia se ejerciera sobre el ciudadano y el "enemigo" en forma de leyes, en definitiva, deberíamos justificar la sociedad en la que vivimos y deberíamos ampliar el concepto básico de violencia y ceñirlo al de poder.
Sin embargo, la diferenciación entre violencia y poder se hace sumamente importante a la hora de deshacer este nudo sociológico.
Una de las distinciones más obvias entre poder y violencia es que el poder siempre necesita el apoyo numérico de "los demás" mientras que la violencia, hasta cierto punto, puede prescindir del número porque descansa en los instrumentos. El poder no es más que la capacidad que posee un individuo, o grupo de individuos, de actuar en nombre de toda una colectividad. El poder pues pertenece al grupo que se deja representar, no al individuo que lo ejerce. Esta definición se liga pues a la investidura de autoridad por parte de la mayoría que se deja representar hacia la persona o entidad que la representa. Por ello, el mayor atentado contra el poder es la risa de los representados.
La violencia sin embargo hemos de distinguirla por su carácter instrumental y ligada, con reservas, a la fuerza y la potencia. La violencia en sí no posee ninguna utilidad sino que se configura siempre como instrumento de alguna voluntad que trata de luchar por alguna idea, por la imposición de ella. Sin embargo los grandes cambios de nuestra historia han venido siempre precedidos de un ejercicio de la violencia en su forma revolucionaria. Basta una pequeña mirada histórica para ver que no ha habido nunca un cambio "pacífico" de las estructuras de poder. Pero el problema nace cuando el Estado, el poder, debe comenzar a usar de forma indiscriminada sus aparatos de violencia. Donde las órdenes dejan de ser obedecidas el primer paso que da el poder para mantenerse es el uso de la violencia. Violencia que se dice legítima porque es ejercida desde el Estado mismo, pero es aquí donde se debe introducir el matiz. Ese Estado al que ya no se quiere obedecer es un Estado deslegitimado porque los grupos ciudadanos no quieren ser representados por él. Este es el caldo de cultivo ideal para el único uso legítimo de la violencia; la defensa propia. En este caso, la defensa se muestra en forma de revolución. El poder surge donde las personas se juntan y actúan de forma coordinada derivando su legitimidad de la "opinión" que los miembros de la comunidad posean de él. Es imposible mantener el poder basado en la violencia de forma exclusiva. Ni las monarquías ni los totalitarismos han podido pues "del cañón de un arma brotan las órdenes más eficaces que determinan la más instantánea y perfecta obediencia. Lo que nunca podrá brotar de ahí es el poder"(H. Arendt). Sin embargo, esa pérdida de poder suele acompañar siempre su reemplazo por la violencia y es ahí donde no podemos negar que surge una violencia legítima. Esta sería aquella que no permite a los individuos deslegitimados el uso abusivo de los métodos de violencia de Estado ya que el poder y la violencia son términos opuestos; donde uno domina absolutamente falta el otro. Por ello, la única forma de respuesta cuando vemos que los individuos que ostentan el poder no poseen legitimidad y vemos que nuestros intereses son atacados con violencia es la violencia, violencia que además entendemos como legítima. Habría que ver cómo en sociedades tan atomizadas, plurales (no es lo mismo que pluralistas) y con valores en continuo cambio como las nuestras multitud de grupos sienten que el uso de la violencia es absolutamente legítimo. Cómo esos pequeños, o grandes grupos, usan, abusan, o ejercen la violencia y cómo se arrogan la necesaria legitimidad para que dicho abuso de potencia instrumental sea entendida como una respuesta hacia la viiolencia que ejerce el Estado sobre ellos es la base misma de la explicación sociológica actual del porqué de la violencia. Pero eso es otro tema del que iremos hablando.

viernes, 6 de abril de 2007

R. DESCARTES. EL JUGADOR


Rene Descartes nació el 31 de marzo de 1596. Segundo hijo varón de una serie de cinco del mismo padre. Su madre murió cuando Rene contaba trece meses de edad tras dar a luz a un niño que sólo sobrevivió al parto por tres dias. Su vida comienza en una Europa que se interna en la que conocemos como "la pequeña edad de hielo". Esta etapa climática, extremadamente fria, coincide con el llamado minimo de maunder, que no es sino la práctica desaparición de manchas sobre la superficie solar. Contando diez años, Rene ingresa en el Colegio Real de La Flèche. Esta institución fundada por los Jesuitas en 1604 pasaba por ser, casi con toda seguridad, el mejor colegio del momento en el mundo. Allí, Descartes siguió un curso convencional de ocho años. Durante los tres primeros estudió gramática y humanidades, los otros dos retórica. Todos los cursos se dictaban en latín, y los estudiantes debían realizar todas sus tareas en esa lengua. También formaban parte de sus estudios el griego, el francés. el teatro, la música, danza, esgrima, dicción y equitación. Además, Rene recibió clases de mecánica, agrimensura, relojería, óptica, meteorología, hidrografía y geografía. Vamos, como en un Bachillerato moderno. Además de ello, La Flèche contaba con el beneplácito real para poseer una de las bibliotecas mejor nutridas del mundo (fuera de las grandes universidades aún en manos de la iglesia). Así, el bueno de Descartes debió formarse también en lógica, derecho, filosofía y matemáticas como especialización posterior a sus primeros años en el colegio, accediendo además a toda una serie de obras o bien prohibidas, o bien muy escasas en aquellos tiempos. De entre estas últimas cabe destacar la obra de Ramón Llull sobre combinatoria y Los elementos de geometría de Euclides. Fue esta obra matemática la que le inspiró la necesidad de encontrar un método de funcionamiento para la razón humana que fuese capaz, como en matemáticas, si no de arrojar verdades, sí al menos que hiciera que el entendimiento humano actuase de forma coherente con sus propios principios de funcionamiento. En 1616, ya diplomado en derecho, tuvo una reunión con su padre que marcará el resto de su vida. Rene, segundogénito por partida doble (había dos primogénitos, uno de cada matrimonio de su padre) estaba condenado a servir el resto de su vida en la iglesia o en el ejército según la tradición. Sin embargo, tras alistarse en el ejército de Mauricio de Nassau, príncipe de Orange (protestante y dependiente de las "Provincias ruenidas", la actual Holanda) el joven Descartes se dedica a estudiar holandes (acabará hablándolo y escribiéndolo con total corrección) y matemáticas de la mano del gran matemático Isaac Beeckman, al que rápidamente adelantó en conocimientos. En 1620, Tras recibir "la asignación" de su padre para que se labrara un porvenir, asignación en tierras que Rene vendió rápidamente por dos mil quinientas libras, este se dedicó a "apender en el gran libro del mundo".
Uno de los grandes pasatiempos de la época para las clases nobles eran los torneos matemáticos y de naipes. En ellos se apostaban sumas más que importantes. La correspondencia del joven Descartes y algunos datos objetivos como que, en 1625, recibe una carta de su padre tratando de recuperar "la dignidad para con el apellido que lleva" y anunciándole que por la "módica" cantidad de cincuenta mil libras había conseguido un puesto acorde a su rango y capacidades, a lo que Descartes responde anunciándo a su padre que no desea cambiar de vida y que además, sólo posee en ese instante treinta mil libras, cantidad más que suficiente para vivir "toda una vida de forma cómoda" siembran una duda más que razonable sobre los modos de vida del joven Rene. Al parecer, Descartes se ganaba la vida apostando, tal y como su correspondencia nos hace ver, "de forma segura" tanto en torneos matemáticos como en juegos varios de azar. Parece que su gran descubrimiento matemático, ese que conjuga geometría y "análisis de los modernos" le permitió labrarse un porvenir hasta su publicación. De torneo en torneo se granjeó tal honor que los mayores matemáticos del momento quisieron conocerle: Galileo, Fermat, Roberval... y un largo etcétera. Pero Rene hizo honor a sus principios de aprender en el gran libro de la vida y guardó para sí, durante muchos años, gran parte de sus descubrimientos. Para él la vida era una gran partida de naipes que nuestro ávido ingenio puede entrever. Sólo hay que juzgar de forma ordenada, estudiar al contrario y... arriesgar lo mínimo imprescindible.
Su padre le tacha de "mujeriego", "jugador", "talento desperdiciado para el honor de la familia".... pero Rene descubre rápidamente que el sentido de la vida reside justo ahí, en ese salto al vacio que hace que nuestro ingenio deba permanecer alerta siempre. Quizá fue justo ese "amor por la vida" lo que acabó con él. En 1649 aceptó una invitación de la reina Cristina de Suecia para ser su "profesor particular". El once de febrero de 1650 falleció con cincuenta y tres años de edad, el descubrimiento de la geometría analítica a sus espaldas. La formulación de la ley de inercia, cerca de nueve años de su vida en paradero desconocido y uno de los enigmas mayores formulados en la historia de la filosofía: la necesaria, aunque difícil relación, entre la mente y el cerebro humanos.