jueves, 12 de abril de 2007

SOBRE LA VIOLENCIA - I


LA VIOLENCIA, así, con mayúsculas, es hoy día un tema no ya recurrente o fundamental en el análisis social o político de nuestras vidas, de nuestras sociedades, de la misma condición humana, sino que ha pasado a ser un "componente necesario de nuestras vidas". Parece que todo telediario debe poseer su dosis de violencia, toda película, los actos deportivos... y así podríamos seguir hasta casi copar la totalidad de sucesos y acontecimientos de nuestro día a día.
Además de todo ello, la violencia se ha convertido hoy por hoy en objeto fundamental de estudio de la mayoría de las disciplinas de conocimiento que versan sobre lo que podríamos denominar "la condición humana". Biólogos, etólogos, neurofisiólogos, psicólogos, politólogos, antropólogos, sociólogos... y todos los "logos" que se vinculan al quehacer humano poseen hoy día alguna teoría para explicar el porqué de la violencia en el género humano. Parece pues que los hechos se imponen, la violencia campa por doquier en nuestras vidas y todo el mundo trata de aportar su visión sobre el tema. Una de las pensadoras que más y, a mi parecer, de forma más certera ha analizado el problema en cuestión es la filósofa alemana Hannah Arendt. A partir de sus teorías voy a tratar de comenzar un acercamiento al problema desde unas perspectivas, cuanto menos, tentadoras. Para ello voy a comenzar por acercar los conceptos de violencia y poder en lo que podríamos denominar "violencia de Estado" para ver si existe de alguna forma una legitimidad en el ejercicio de ciertas formas de violencia.
Si entendemos con C. W. Mills que "toda política es una lucha por el poder; el último genero de poder es la violencia" y hacemos actual la definición de Estado de Max Weber como "el dominio de los hombres sobre los hombres basado en los medios de violencia legitimada" está claro que violencia y poder van indefectiblemente unidos. A partir de ahí hemos de entender como legítimos el uso de los medios de control del Estado (policía, ejército...) o la violencia generada por el uso abusivo del poder judicial por parte del ejecutivo. Igualmente deberíamos tolerar que el poder legislativo se confundiese con el ejecutivo y la violencia se ejerciera sobre el ciudadano y el "enemigo" en forma de leyes, en definitiva, deberíamos justificar la sociedad en la que vivimos y deberíamos ampliar el concepto básico de violencia y ceñirlo al de poder.
Sin embargo, la diferenciación entre violencia y poder se hace sumamente importante a la hora de deshacer este nudo sociológico.
Una de las distinciones más obvias entre poder y violencia es que el poder siempre necesita el apoyo numérico de "los demás" mientras que la violencia, hasta cierto punto, puede prescindir del número porque descansa en los instrumentos. El poder no es más que la capacidad que posee un individuo, o grupo de individuos, de actuar en nombre de toda una colectividad. El poder pues pertenece al grupo que se deja representar, no al individuo que lo ejerce. Esta definición se liga pues a la investidura de autoridad por parte de la mayoría que se deja representar hacia la persona o entidad que la representa. Por ello, el mayor atentado contra el poder es la risa de los representados.
La violencia sin embargo hemos de distinguirla por su carácter instrumental y ligada, con reservas, a la fuerza y la potencia. La violencia en sí no posee ninguna utilidad sino que se configura siempre como instrumento de alguna voluntad que trata de luchar por alguna idea, por la imposición de ella. Sin embargo los grandes cambios de nuestra historia han venido siempre precedidos de un ejercicio de la violencia en su forma revolucionaria. Basta una pequeña mirada histórica para ver que no ha habido nunca un cambio "pacífico" de las estructuras de poder. Pero el problema nace cuando el Estado, el poder, debe comenzar a usar de forma indiscriminada sus aparatos de violencia. Donde las órdenes dejan de ser obedecidas el primer paso que da el poder para mantenerse es el uso de la violencia. Violencia que se dice legítima porque es ejercida desde el Estado mismo, pero es aquí donde se debe introducir el matiz. Ese Estado al que ya no se quiere obedecer es un Estado deslegitimado porque los grupos ciudadanos no quieren ser representados por él. Este es el caldo de cultivo ideal para el único uso legítimo de la violencia; la defensa propia. En este caso, la defensa se muestra en forma de revolución. El poder surge donde las personas se juntan y actúan de forma coordinada derivando su legitimidad de la "opinión" que los miembros de la comunidad posean de él. Es imposible mantener el poder basado en la violencia de forma exclusiva. Ni las monarquías ni los totalitarismos han podido pues "del cañón de un arma brotan las órdenes más eficaces que determinan la más instantánea y perfecta obediencia. Lo que nunca podrá brotar de ahí es el poder"(H. Arendt). Sin embargo, esa pérdida de poder suele acompañar siempre su reemplazo por la violencia y es ahí donde no podemos negar que surge una violencia legítima. Esta sería aquella que no permite a los individuos deslegitimados el uso abusivo de los métodos de violencia de Estado ya que el poder y la violencia son términos opuestos; donde uno domina absolutamente falta el otro. Por ello, la única forma de respuesta cuando vemos que los individuos que ostentan el poder no poseen legitimidad y vemos que nuestros intereses son atacados con violencia es la violencia, violencia que además entendemos como legítima. Habría que ver cómo en sociedades tan atomizadas, plurales (no es lo mismo que pluralistas) y con valores en continuo cambio como las nuestras multitud de grupos sienten que el uso de la violencia es absolutamente legítimo. Cómo esos pequeños, o grandes grupos, usan, abusan, o ejercen la violencia y cómo se arrogan la necesaria legitimidad para que dicho abuso de potencia instrumental sea entendida como una respuesta hacia la viiolencia que ejerce el Estado sobre ellos es la base misma de la explicación sociológica actual del porqué de la violencia. Pero eso es otro tema del que iremos hablando.

3 comentarios:

Meli dijo...

Spera, tío, s q akbamos de abris sto y resulta q se nos akba el día para flicitarte y no nos ha dado tiempo de leer el artículo... Mañana lo comentaremos q seguro lo merece pero hoy qremos desearte antes de q finish d dei...
FELIZ SAN ZENÓN DE ELEA!!!!!!!!!!!!!!
Q LO NOMBREN DÍA INTERNACIONAL DE LA FILOSOFÍA!!!!!!!!!!!
Sobre todo, antes de q a alguien le dé la picá de nombrar para ese día a San Witgestein (perdón si está mal escrito, no hemos logrado ni qedarnos con el nombre de semejante individuo...

Julio G. E. dijo...

Cómo pueden poner de Santo a un presocrático que, además, dudaba seriamente de la existencia de los dioses. ¡Qué cosas! Gracias por las felicitaciones

Anónimo dijo...

Muy clar toda la reflexión, pero precisamente en el final es donde está el quid: ¿hasta qué punto la violencia que practican grupos más o menos grandes, marginados o no, no la consideran legítima en respuesta a la violencia del Estado sobre ellos? (casos de "latin" de Alcorcón o de los suburbios de París...)
Juana G. Linares